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José Grasso Vecchio.- Al cerrar el año 2022, para Venezuela se puede abrir un conjunto de oportunidades para avanzar en la senda de recuperación del crecimiento económico, bajar la inflación y mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores.

Venezuela experimentó una pérdida de capacidades productivas y caída de la actividad económica entre el primer trimestre de 2014 y similar lapso de 2019. Sin embargo, según la información dada a conocer por el BCV durante 2021 y 2022 ha habido una reanimación de la producción de bienes y servicios por el orden de los dos dígitos.

En el corto plazo, es decir durante 2023, con el incremento de la producción petrolera, la activación de la extracción y los servicios petroleros, en un lapso entre seis y ocho meses podría aumentar la producción hasta aproximadamente 100.000 barriles diarios y para llegar a los 200.000 barriles se requería entre doce y dieciocho meses más, teniendo que realizar inversiones importantes y activar nuevos taladros. Esto podría facilitarse sobre la base de la licencia otorgada a las empresas de taladros, Baker Hughes, Waterford, entre otras. Ello sin lugar a dudas le daría un impulso a la actividad económica, tanto petrolera como no petrolera y nos coloca frente a una mejor perspectiva económica para el próximo año.

Al mismo tiempo, la industria manufacturera y la construcción, altamente generadoras de empleos y de efectos encadenantes sobre otros sectores, podrían verse favorecidas si hay una flexibilización en la política financiera de manera tal que los bancos puedan aumentar su cartera de crédito tanto en moneda local como en moneda extranjera. El financiamiento es vital especialmente para las medianas y pequeñas industrias, justamente las que más crean empleos.

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A su vez, el aumento de la producción de petróleo se traduciría en una mejora del flujo de caja del BCV y del Fisco Nacional que le permitiría expandir el gasto en bienes y servicios públicos, esenciales para apuntalar el crecimiento sostenido de la economía.

Dejamos atrás la hiperinflación y aunque la inflación se ha desacelerado hasta octubre de 2022, hay aumento de precios durante noviembre y diciembre de este año, por lo que la tarea de derrotar a la inflación no admite tregua. Actualmente, la inflación es el principal factor de perturbación que enfrenta la economía y detener el alza de precios es una prioridad nacional que debe involucrar a todos los sectores de la economía.

En 2023 la consecución de tasas de inflación más bajas estará relacionada con la estabilidad del tipo de cambio y con la preferencia de los venezolanos por bolívares. La relación entre estabilidad cambiaria y de precios suele ser simultánea. Las dos se condicionan. Cuando la inflación comienza a bajar los agentes económicos tienden a confiar en la moneda nacional y cuando el tipo de cambio es estable, ello se traduce en menor inflación.

Sin embargo, para anclar la economía de forma creíble y con ello al tipo de cambio y la inflación, resulta fundamental ampliar el flujo de divisas y ello es posible hacerlo si se expanden las exportaciones petroleras y no petroleras y si se logra acceder a la inversión extranjera y al financiamiento externo, en sus distintas modalidades. De nuevo, todo ello exige un conjunto de acuerdos entre los sectores económicos, públicos y privados para hacer propicio el crecimiento con baja inflación, para de esta manera poder mejorar los salarios de los trabajadores venezolanos. Todo lo anterior es posible y puede ser una realidad, Cerramos sin duda un 2022 interesante, que abre perspectivas positivas para nuestra economía para el 2023 y siguientes años.

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Feliz Navidad!!

@josegrasso